La simplificación y la negatividad lastiman el diálogo público. Steven Pinker atribuye este “tono emocional” a los sesgos de “negatividad” y “disponibilidad”: las noticias negativas tienen más éxito que las positivas y una cantidad mayor de referencias negativas incrementa la posibilidad de que las usemos como base de nuestras opiniones. Esta doble hélice de negatividad y disponibilidad prefigura controversias y propuestas.
Durante el pasado verano, el debate turístico estuvo regido por afirmaciones, en ocasiones altisonantes, relativas a la disminución del número de turistas. En el turismo, como en cualquier política pública, la primera tarea es identificar el problema público que queremos resolver. Puede resultar de utilidad recordar los criterios de evaluación que, por ejemplo, utiliza Europa para premiar a destinos turísticos inteligentes: innovación en la gestión, sostenibilidad, accesibilidad, digitalización o gestión del patrimonio cultural; tales son los atributos que le han valido a Helsinki, Lyon, Málaga o Liubliana sus respectivos galardones. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible, por poner otro ejemplo, hablan de patrimonio, empleo digno o respeto a las comunidades locales. Por lo general, las prioridades de política pública de nuestros destinos no están ligadas al número de turistas, sino a su gestión; además, los destinos que aún necesitan atraer turistas orientan sus estrategias con arreglo a estos “nuevos” valores.
A los retos “históricos” de la actividad turística en España, estacionalidad, concentración territorial o dependencia de mercados y segmentos; hemos de añadir la presión que ejercen los cambios sociodemográficos, medioambientales o tecnológicos en las políticas y servicios públicos desplegados en los destinos. Este escenario plantea a sus gestores desafíos que resulta imposible enfrentar con la caja de herramientas habitual: marketing y promoción. Las políticas públicas han hecho mucho más que atraer turistas, han gestionado sus estancias, satisfecho sus necesidades y han intentado enmendar errores e insuficiencias de los modelos turísticos precedentes.
El caudal de sofisticación de las políticas turísticas se ha nutrido con la adopción del concepto de “Destino Turístico Inteligente” y el de “Red de Destinos Turísticos Inteligentes». Cabe destacar los modelos metodológicos desarrollados por la Secretaría de Estado de Turismo (Segittur) o la Secretaría de Estado de Avance Digital (Comité Técnico de Normalización 178 de UNE) en colaboración con destinos, expertos y Comunidades Autónomas. España es un país pionero en la definición de este modelo, un liderazgo asumido por la OMT que ha incorporado los DTI en sus programas de trabajo.
Los Destinos Turísticos Inteligentes plantean dos retos a los destinos. El primero es interno, reorganizarse para iluminar el conjunto de su gestión desde la perspectiva de las políticas turísticas; lo que conllevará coordinar, redimensionar o redefinir servicios para atender a dos comunidades de ciudadanos iguales con necesidades no siempre coincidentes: residentes y turistas. En segundo lugar, los destinos deben atender al reto de atraer el tipo de turistas adecuado a su posicionamiento, conocer y gestionar su disfrute del territorio y convertirlos en prescriptores.
Los responsables de los destinos y la industria desean avanzar hacia una gobernanza más participativa, superar las dificultades para interactuar con el turista en el destino, identificar y procesar los datos necesarios para una mejor gestión, trabajar juntos para alinear las necesidades de los destinos con la oferta tecnológica y desarrollar nuevos productos, impulsar la normalización, la generación de indicadores comunes, el intercambio de experiencias y un largo etcétera. Motivos que han llevado a constituir la Red de Destinos Turísticos Inteligentes (Red DTI). Esta red, formalizada el 27 de febrero, articula la cooperación de destinos con industria e instituciones con los objetivos de reforzar la perspectiva territorial en las políticas públicas turísticas, apoyar el uso de la tecnología y ampliar el liderazgo turístico de España.
El turismo, que tantas veces abrió nuestra mente a nuevos valores, es capaz de brindar a la sociedad española un mejor debate que el del número de turistas. Un nuevo diálogo basado en el reconocimiento de su aportación a nuestra sociedad, la conciencia de los impactos negativos que genera y la prontitud para identificarlos y corregirlos. Necesitamos una mejor consideración pública y académica del turismo, un nuevo marco de discusión. Hablar, por ejemplo, de la necesidad de una política turística europea y merecer que la dirija un español.
La Red DTI es una iniciativa de administraciones, destinos, asociaciones e industrias turísticas para formular colectivamente diagnósticos y proponerse objetivos. Los gestores de nuestros destinos, la industria turística y la ciudadanía se merecen métricas que respondan a problemas del presente, al menos, desde las categorías del futuro.