Muchos son los que este verano, pluma en mano, han decidido, por fin, dar visibilidad a una problemática que desde hace unos años afecta a nuestro territorio: la masificación turística.
El pasado mes de julio, mi querido compañero Andrés Fernández escribía un fantástico artículo sobre la difícil relación turismo-sostenibilidad y la existencia de un peligroso umbral de llegadas de turistas que a la larga podría generar efectos negativos a nivel social, económico, cultural y medioambiental.
Tras la vuelta de las vacaciones, los efectos de este verano “apretado” se han ido haciendo virales en las conversaciones de pasillo de oficina. No recuerdo haber escuchado tantas veces la expresión “es que no se podía ni caminar” o “¿Un euro y veinte por una barra de pan?”. Si nosotros los “turistas” nos hemos sorprendido ante semejante avalancha, no quiero ni imaginarme los improperios que los pobres residentes habrán dedicado a los “foráneos”.
Pero no solo los ciudadanos de a pie hemos convertido este tema en tertulia “trendic” sino que un buen número de rotativos, la mayoría a través de artículos de opinión, se han hecho eco de la evolución del concepto de turismo de masas a turismo masivo que sufrimos en nuestro país. Podría pensar el lector que este fenómeno es más propio de destinos del llamado Arco del Mediterráneo o grandes capitales como el caso de Barcelona o Palma de Mallorca, pero desgraciadamente este paradigma empieza a ser un verdadero quebradero de cabeza para los gestores de las ciudades de todo el mundo.
La mayoría de veces los diferentes actores que conformamos el universo turístico no somos conscientes de lo delgada que es la línea que separa a un pequeño pueblo paradisíaco, con una riqueza natural de extraordinario valor, de un escenario dantesco donde se concentran coches y personas como si de un concierto de los Rolling Stones se tratase.
Tranquilos, no voy a enumerar grandes destinos de sobra conocidos que sufren este fenómeno debido en parte a la falta de adaptabilidad de sus políticas de promoción exterior. Voy mucho más allá, hablo de pequeños emplazamientos, de reservas naturales que fruto de determinadas decisiones han desatado la llegada masiva de personas y han contribuido a su paulatina degradación. Claro está, las opiniones sobre el nivel de destrucción del destino seguramente variarán según el grado de interés que exista por parte del actor en el desarrollo turístico y económico de la zona.
Lo que sin duda queda claro cada año que pasa es que España está de moda. Desde el año 2010 acumula records de llegadas internacionales hasta recibir en el año 2015 más de 68 millones de turistas, un crecimiento de más de 15 millones respecto a 2010. Para que el lector se haga una ligera idea, he realizado un pequeño análisis del volumen de turistas que ha recibido España en los últimos 5 años, tomando como referencia los meses con mayor número de turistas (de mayo a septiembre).
Fuente: elaboración propia a partir de datos extraídos del Instituto Nacional de Estadística
La suma total de turistas internacionales que hemos recibido en estos últimos cincos años, tomando como referencia los meses de mayo a septiembre, equivale a más de 4 veces la población de España.
Pero no hay que caer en el error de confundir llegadas de turistas con beneficio económico. Nada más lejos de la realidad, algunos expertos afirman que esta afluencia masiva podría volverse en contra de España del mismo modo que no confían en que este sea el modelo más sostenible para nuestro territorio, especialmente por los conflictos que genera entre la población residente que empiezan a derivar en una peligrosa turismofobia. En general, hasta ahora se ha dado más importancia al número de turistas que a la calidad del turismo.
Nadie pone en duda la importancia del turismo para la economía local ni tampoco los múltiples impactos que puede llegar a tener este fenómeno en un territorio. Por eso, sería conveniente que los responsables de los destinos y los ciudadanos reflexionaran sobre la gestión turística de sus ciudades con el objetivo de llevar a cabo una mejor planificación y evitar la más que probable transformación o “tematización” de sus lugares de vida cotidianos.
Ya conocemos el problema, sabemos en qué puede originar y un buen número de destinos, ya sean emergentes o en fase de madurez, están trabajando en distintas iniciativas para corregir el rumbo o evitar caer en esta problemática. Así que solamente queda hacer un último recordatorio de responsabilidad a los que toman las decisiones en cada uno de los pequeños pueblos que sueñan con transformarse en Venecia o en Barcelona. Y a todos los grandes destinos que añoran convertirse en aquellos “lugares para vivir” que un día fueron, pongan toda su paciencia, inteligencia y legislación al servicio de su ciudad.
«Todos llevamos nuestra posible perdición pegada a los talones»
Rosa Montero
Consultora en turismo. Graduada en Turismo y con un Máster en Dirección y Planificación del Turismo por la Universidad de Sevilla. Enganchada al mundo del turismo y apasionada de todo lo nuevo en tecnología.
Ramón Adillón
26 septiembre, 2016 en 19:47Gracias, Elena, por «atacar» un tema tan delicado como este.
Estoy de acuerdo contigo en algunos puntos que comentas. Es cierto que esto sucede, y esta año se ha notado con toda su virulencia, sin embargo, no estoy tan de acuerdo en otros puntos.
El gráfico que adjuntas no es relevante, puesto que corresponde al acumulado de turistas,que evidentemente no están todos a la vez en el país pero , efectivamente, el número de visitantes que vienen cada año superan al de la población de España, en algunos destinos (como en Baleares por ejemplo) duplica a la población de residentes.
Al superar la capacidad de carga de un territorio se producen efectos negativos, tanto para el propio turista, como para el residente local, que ve l turismo como algo «molesto». Es importante abordar este problema antes de que se reproduzca el denominado «sindrome de Venecia».
España es una de las más importantes potencias turísticas a nivel internacional, ocupando en los últimos años la segunda y tercera posición tanto en llegadas de turistas internacionales como en ingresos por turismo…pero efectivamente, tal vez el crecimiento continuado en la cifra de llegadas (estrategia que tanto éxito nos ha dado en el pasado) tal vez haya dejado de ser la estrategia a seguir.
Yo me inclino por una mejor distribución del número de turistas a lo largo del año, para combatir la temida desestacionalización.
En cuanto al papel de las autoridades turísticas, es importante incorporar figuras de colaboración público – privadas, implantar estrategias sostenibles a largo plazo y hacer un pacto de estado para superar presiones partidistas y poder seguir siendo líderes en turismo.
Capacidad de carga, experiencia del turista, calidad de vida del residente, desestacionalización, técnicas de gestión de la demanda y el uso de las tecnologías disponibles en la actualidad (sobre todo en la línea de las «smart destinations» desarrolladas por SEGITTUR) son algunos de los puntos en los que se puede trabajar para combatir el fenómano que presentas en tu post.
Un cordial saludo
Ramón Adillón
Elena
27 septiembre, 2016 en 08:31Estimado Ramón
En primer lugar muchas gracias por tus apreciaciones. Coincido contigo en que el gráfico no muestra la desigualdad del reparto de esos turistas entre todo el territorio nacional y por tanto y como tu bien apuntas, seguramente no nos ofrece una visión particular de destinos mucho más masificados que otros.
Indudablemente las soluciones que me indicas, señalan el camino a seguir por los destinos, ya que casi con toda seguridad la tendencia al alza del turismo se seguirá manteniendo y las ciudades deberán sacar de su chistera sus mejores técnicas de gestión y planificación, sin dejar de lado la esencia de las ciudades: sus ciudadanos. Hablamos del tan apreciado patrimonio inmaterial, difícilmente visible para algunos gestores y fácilmente olvidado para otros muchos. Lo que queda claro es que es necesario un claro ejercicio de reflexión por parte de todos los actores que conformamos el universo turístico de hacía donde queremos caminar.
Un abrazo y de nuevo gracias por tus comentarios
Elena
Jaume Mata
28 septiembre, 2016 en 08:28Interesantes reflexiones, para abordar la cuestión: quien le pone el cascabel al gato cuando un destino empieza a ponerse de moda, hay conexiones aéreas frecuentes, y los turistas consiguen en modalidades de alojamiento más allá de las reguladas?. En mi opinión, con la proliferación de «alojamientos de economía colaborativa», sin ordenación ni control, podemos perder la capacidad de gestión de la demanda … como esta sucediendo en destinos que se mencionan acertadamente en el articulo.
FELIX ANDINO
29 septiembre, 2016 en 14:47Buena reflexion. Como decian, tambien estoy de acuerdo en muchos puntos. No me gusta que hablemos de «turismofobia», esa tendencia surgida en destinos masificados como Barcelona o Baleares, donde en algunos casos los turistas no son bienvenidos.
Desde siempre me enseñaron a mostrar la cara amable al turista. Llevo años trabajando en crear y potenciar territorios turisticos de interior. Lugares donde hemos comenzado desde la base conociendo y valorando sus recursos, formando a sus empresarios, generando infraestructuras de acogida sostenible, sensibilizando a todos los actores, creando foros de entendimiento, y buscando una nueva actividad economica que genere el minimo impacto en el medio natural y la poblacion local.
Que un determinado atractivo natural, por ejemplo, sea visitado por numerosas personas en semana santa no es simbolo de masificacion. A todos nos gustaria que el flujo fuera mas regular, pero es la ley de oferta y demanda y aqui los getores del destino tambien pueden poner soluciones.
El medio rural, con un sector primario casi desaparecido, ha de buscar otras alternativas de vida, y el turismo, lejos de ser la unica solucion, puede contribuir a fijar poblacion.
Y en el caso de las ciudades sucede algo similar. La actividad industrial tuvo gran peso en Barcelona y poco a poco el numero de visitantes y turistas ha ido incrementandose y con el la poblacion activa dedicada a esta actividad.
Creo que la falta de planificacion turistica es la culpable de esta situacion.
vianeumaticos.com
31 mayo, 2017 en 08:25Por los estudios de tráfico aéreo y turismo se puede ver la relación existente entre billetes baratos y la llegada de turismo a esas zonas.
Este creo es el factor más importante de todos, pero por otro lado, es cierto que la economía colaborativa en zonas masificadas no hace más que agravar la situación.
Actualmente hay mucha más demanda de otros tipos de turismo, es decir, actualmente la capacidad de segmentación del usuario es mucho mayor y por lo tanto se le podría ofrecer muchísima más oferta, además es un usuario o turista mucho más informado.
El problema es que «todos los grandes» siguen bombardeando con los destinos que han sido y son económicamente viables (es decir, que dan beneficio) pero no se han preocupado de ver cómo hacer evolucionar este modelo y como siempre llegamos tarde.
El viajar fuera o no de temporada exige una deslinealización de horarios a la que todos nos vemos sujetos y nos podemos saltar poco y de vez en cuando.
Un saludo y muy interesante artículo Elena.